lunes, 19 de agosto de 2013

Fabbiani y un error de principiante

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Por Adriana Schettini
NOCHE DE ZAPPING

A Mariana Fabbiani la educaron con un estricto sentido de la responsabilidad. Las cosas hay que hacerlas y hay que hacerlas bien; lo que se comienza no se abandona hasta el final. Esas nociones le inculcó su familia. Y ella lo asimiló naturalmente. Nieta de Mariano Mores, hija de Silvia y sobrina de Nito, supo desde muy chica que quería ser actriz. A los 13 años debutó como modelo publicitaria y desde entonces soñó con apurar el trámite de la escuela secundaria, porque “sentía que la vida estaba después del colegio”, según contó ella anoche en “Tiene la palabra” (TN). Por mucho apuro que tenía, hizo lo que hacen las chicas responsables: si una propuesta de trabajo le impedía cumplir con las obligaciones escolares, decidía por sí misma rechazarla y sentarse a estudiar. Y a estudiar bien, claro, porque las cosas hay que hacerlas bien, recuerden. Tan bien las hizo que fue abanderada. Después, cumplió con la exigencia paterna de seguir “una carrera” para quedar al abrigo de la incertidumbre laboral que entraña el mundo artístico. Eligió Marketing, ni ella sabe por qué. Pero lo cierto es que egresó, diploma en mano y 8,50 de promedio. Entretanto, estudiaba teatro, que era lo que en verdad le interesaba. Autoexigente, tomaba en serio todas y cada una de las indicaciones de sus profesores y estuvo a punto de descorazonarse para siempre a causa de un error de principiante. Les cuento cómo fue.

“Soy melancólica”, dijo Mariana anoche en el programa conducido por Lorena Maciel y Luis Otero. “Mis gustos literarios y musicales están relacionados con la melancolía. Mi creatividad va por un lado melancólico que aún no he mostrado en público”, les explicó a los periodistas del ciclo (Silvia Fesquet, Cecilia Absatz y Fernando Cerolini), para asombro de los que vemos, desde hace años, su risa estrepitosa en la pantalla. Así las cosas, Mariana se sentía a sus anchas haciendo personajes trágicos en las clases de teatro. “Dedicate al humor, lo tuyo es el humor”, le dijo un día una docente, y a ella el mundo se le vino abajo. “Me pareció que me estaba diciendo que era una mala actriz”, recordó Mariana en TN.


Sólo con evocarlo, la decepción de aquel instante le volvió al alma como si hubiera sucedido la semana pasada. Había sido abanderada en una escuela que quería concluir como un trámite. Había obtenido notas destacables en una carrera que le importaba nada. Y ahora venían a decirle que no servía para aquello que la apasionaba. ¡La habían dejado a la intemperie con una sola frase “Dedicate al humor, lo tuyo es el humor”! O eso creyó ella, con su razonamiento de alumna principiante.

Un tiempo le llevó entender que jamás quiso aquella profesora manifestarle que era mala actriz. Si lo mirás retrospectivamente, lo que salta a la vista es que Mariana había encontrado a una maestra sabia, uno de esos docentes capaces de advertir en sus alumnos cualidades que ellos mismos ignoran. Pero Mariana cometió un error de principiante ante la sugerencia de la profesora: suponer que el teatro es tragedia o nada; menospreciar el género de la comedia, subestimar la importancia de la risa. ¿Error de estudiante inexperta o pecado de melancólica confesa? Vaya uno a saber…

“Cuando empecé a trabajar con el humor, comprobé que es más difícil hacer reír que llorar”, admitió anoche. Tras largos años contagiando su risa desde la televisión, ahora Mariana acepta que ése es su “don”. Y lo agradece. Al escucharla pensé que aquella jovencita estudiante de teatro que razonaba en términos de tragedia o nada era tan sólo el exponente de un gran malentendido. Por corrección política, nadie se plantaría frente a un micrófono a declamar que actores de verdad son los que te hacen llorar hasta quedar sin lágrimas. Nadie se atrevería a afirmar públicamente que no valen lo mismo los que te hacen reír. Sin embargo, que los hay, los hay. Aún anida en algunos el prejuicio que considera a la comedia como el patito feo de los géneros. Pero, ¿saben qué? A esos, yo les diría que nos pregunten a nosotros, los espectadores. Que nos pregunten por la satisfacción que sentimos cuando una obra, una película o una serie nos seducen por la vía del humor. Que nos pregunten cuánto valoramos el alivio de la risa, la algarabía de las carcajadas. Sospecho que si nos preguntan, se llevarán una sorpresa.

FUENTE: CLARIN

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