miércoles, 14 de diciembre de 2011

¡Mariana Fabbiani en Revista Maru!

UNA MAMÁ TODO TERRENO
Mariana Fabbiani abre las puertas de su mundo: se confiesa como una madre relajada y una mujer de carácter.
"Es mejor saber brillar que sólo buscar ver el sol" canta Diego Torres en su famoso tema "Color esperanza". Y sin lugar a vacilaciones, Mariana Fabbiani es uno de esos seres que sabe cómo hacerlo. Y, tal vez lo más meritorio, lo logra sin necesidad de falsas posturas o discursos políticamente correctos. No le tiembla la voz a la hora de asegurar que se siente parte de un grupo privilegiado de la televisión, que hay sobreinvasión de programas de archivo en la pantalla o que el embarazo, al menos en su caso, no es tan maravilloso como lo pintan. Una Mariana Fabbiani auténtica que, por supuesto, muere de amor por su hija Matilda (1 año y medio, fruto de su matrimonio con el productor Mariano Chihade) y ya está empezando a pensar en darle un hermanito.

¿Qué balance hacés de tu 2011 en lo laboral?
La verdad es que termino el año con una sensación de satisfacción. Disfruto de hacer el programa (RSM) porque la paso bien, me divierto, tiene ya su público cautivo. Me parece que en una tele que está difícil, hemos sabido navegar estas aguas porque a veces me toca presentar cosas que no puedo creer. Así que estoy muy contenta y muy cómoda acá. Además, logré organizarme bien con Matilda y el programa, me siento muy a gusto, siento que trabajo con la gente que quiero.

El otro día en uno de los programas de la tarde te mencionaron como una conductora más "cool", en relación a otros que están al frente de programas de archivo que tal vez son más populares. ¿Sentís que pertenecés al dream team de los conductores de televisión?

Sí, hoy por hoy sí. Me lo hace sentir el medio, no es que uno se ponga en ese lugar. Pero tengo que reconocer que en el último tiempo es algo que me gratificó. Un poco también eso llega con las horas de vuelo, que ya son muchas; otro poco llega por el reconocimiento del medio y también ya nos conocemos todos. Yo siento un respeto del medio hacia mí en los últimos años. Eso me gratifica y lo cuido. Después, si soy cool o no lo soy, no sé. Yo hago el programa con mi estilo. Para mí la popularidad se mide en la calle y yo me considero popular porque no me conocen sólo las señoras de Recoleta. Es verdad que no me gusta embarrarme con algunas cosas, pero porque yo no soy así. Entonces, quizás soy más de suavizar algunos temas que otros exprimen más, pero no por hacerlo más de elite sino porque yo no lo paso bien haciéndolo. Reconozco que hay cosas que prefiero hacerlas de otra manera y se lo pido a mi producción.

Dijeron también que no saliste a defender a los programas de archivo cuando se generó toda una polémica alrededor de ellos.

Yo defiendo al género, pero tampoco me considero una abanderada. Tengo autocrítica con los programas de archivo. Soy una persona coherente. Quizás la sobreinvasión de archivo en la tele me molesta como espectadora también y tenemos autocrítica y por eso intentamos ver qué vuelta le podemos dar nosotros. No es que intenté defenderlos o no. Cuando me piden mi opinión, la doy. Lo tomo más naturalmente. No me gusta victimizarme ni sentirme atacada porque sí.

¿Te gustaría en algún momento que te produjera tu marido?

Siempre está la opción. Es algo que siempre está dando vueltas y quizás en algún momento suceda. También nos da miedo porque nos preguntamos hasta dónde mezclar. Tenemos momentos; cuando nos peleamos juramos que no vamos a trabajar juntos y cuando nos estamos llevando bárbaro, decimos: "Aaaaaaaah, trabajemos juntos" (risas). Igual, hay algo que es real y que para mí es muy importante en la pareja y que en nosotros se da mucho y es que los dos somos dos apasionados por lo mismo. Entonces compartimos mucho las charlas de trabajo y hay una admiración mutua. Eso es lindo, por lo que, en algún punto, te dan ganas de compartir ese espacio también. Esa admiración enamora.
Te escuché decir que antes tu perro era lo más importante de tu vida y que tenías un amor que creías que era como el que se le tiene a un hijo y hoy, siendo madre, te sentís una tarada por eso.

¡Te juro! Yo decía: "El amor que yo tengo por mi perro debe ser comparable al de un hijo". Y mis amigas me decían que no, que yo no tenía ni idea. Y todo lo que ellas me decían me parecían lugares comunes. Pero la verdad es que tener un hijo es otra dimensión del amor.

Pero Oringo no pasó a un segundo plano, ¿o sí?
Sí, te tengo que admitir que sí. Pero él lo sabe, ya lo tenemos conversado (risas). Hasta está de acuerdo creo. Lo tuvo que asumir, no queda otra. No hay opción. Antes, por ejemplo, los pelos de Oringo jamás me habían molestado y, de golpe, me empezaron a molestar sus pelos, las patas que vienen de la plaza y ahí te empezás a dar cuenta de que hay otra personita que ocupa el primer lugar y por lejos. A Oringo lo amo, lo sigo cuidando y es prioridad, pero Matilda es Matilda. Además, hay una rivalidad entre ellos, hay una competencia. Se quieren. Cuando ella se despierta lo primero que dice es: "¿Y el gua guau?". Después, cuando ella está jugando no le gusta que Oringo esté cerca, en su radio. Si ve un juguete del perro, lo empieza a señalar para que lo saquemos. Tiene mucho carácter, es taurina. ¡Tengo una mujer con carácter en mi casa y no soy yo!
 
Por Verónica Salatino
FUENTE: REVISTA MARU

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